miércoles, 6 de febrero de 2013

Los Lobos de Castrove


De la entrada en el pueblo y el rapto de Estrela


Es verano, y aunque no se ve el mar, se nota su humedad por todo el camino. Los árboles crecen verdes y frondosos a los lados del camino, que por fortuna no se ha convertido en un lodazal por alguna inoportuna lluvia.
Las piedras y los troncos se ven adornados por ese musgo verde que es tan común en estas tierras. La tarde está llegando a su fin, impregnando todo con sus tonos rojizos. Una brisa hace mover las hojas secas del bosque. Un poco más adelante se ve una cruz de piedra. Debemos estar próximos a alguna aldea donde poder pasar la noche.
Un grupo de viajeros se mueve por los montes de Galicia, en el año de 1352 de nuestro Señor Jesucristo. Cada uno rumia para sí mismo los motivos por los que está de viaje por esta zona, qué les ha movido a estar pisando los caminos gallegos.
A Valeria, según iba caminando, cada vez le era más extraño estar allí. La humedad la hizo arrebujarse en su gruesa capa y con este gesto sintió a la vez su puñal , bien escondido pero a mano en su pecho con un regalito en su punta, a la vez de manera instintiva, toca la bolsita que colgaba cruzada en su pecho , y mentalmente conto su contenido, sus hierbas, un trozo de cuerda, yesca, un poco de pan, alguna vela, algo de dinero. Si creía que eso era todo, esperaba no haberse olvidado de algo importante, mientras disimuladamente daba un trago a su odre, ah ese apreciado liquido imprescindible ya para ella.
Con lo bien que estaba ella en su casa, hacía años que ya no se aventuraba a viajar, había encontrado una vieja choza donde pasar la vida, ya era vieja, y se sentía vieja, pero esos insensatos compañeros que la rodeaban le habían convencido para esta aventura en la que al final cada uno esperaba algo, fortuna, popularidad poder y ella que esperaba, una reliquia pero ¿era esa la verdadera fuerza que la impulsaba? .



A Jean le Noir le empiezan a aparecer canas en su larga cabellera negra, aún conserva cierto atractivo juvenil para con las doncellas, con rasgos endurecidos por la batalla y la acción. Se encontraba algo cansado, después de toda una jornada andando, pero el olor de esta tierra, de los árboles, y la cercanía del mar, despertaban en el antiguos recuerdos de su juventud, cuando vivía feliz en su pequeña aldea al norte de Francia, poco antes de que una incursión inglesa destruyese todo lo que más amaba y quería en su vida, incluso a su joven esposa, Amelia, de eso han pasado ya 10 años, después de estar en el ejército francés durante 5 años, decidió que quería conocer mundo, y alquiló su espada a todo aquel que le pagara lo suficiente, así viajó por toda Francia, Italia, y desde hace tres años está en España, aquí conoció a Valeria " la bruja" que le salvó la vida hace un par de años de una fea herida que se había infectado. Ahora se encuentra aquí en los bosques gallegos a petición de Valeria, y así saldar la deuda que para con ella tiene, y por qué no ganar algo de dinero.

Pere se encontraba cansado y con el polvo del camino adherido a todo su ser, arrastrándose con paso en deriva hacia donde le lleven sus cansados pies. No ha mucho que sirvió en la ciudad a un noble venido a menos, pero poco después la suerte quiso que al noble le hallara la muerte en compañía de unas mujeres de vida desenfadada y que el escándalo diera con los  huesos de Pere, su honor y sus pocas pertenencias en las frías calles de Barcelona.
Desde entonces fue dando tumbos por todos los rincones de España y quiso pues la casualidad y el buen azar que se encontrara en el camino de su triste vida a un caballero de noble porte, que pregunto le con ligero acento francés si escribir sabía, contestó le pues Pere que sí, que a escribir y leer enseño le su anterior patrón y desde entonces acompaña a su nuevo señor, escribiendo de tanto en tanto lo que en los caminos de nuestro Señor les acontece, a cambio de protección, comida y lo que a bien tenga de disponer. Su señor, al que en las crónicas de Pere ha dado en llamar Don Juan el Negro, camina junto a su salvadora con la que le une un vínculo de sangre que solo se puede pagar con la propia, mientras tanto el camino de Pere se une al suyo como el polvo al zapato, y en estas pesquisas narradas avanza, no sin cierto hartazgo, el joven escriba de Onteniente, de nombre Pedro y Casademunt de apellido, al que de niño llamaban “Pere”.
Avanzaban con determinación por los caminos de Galicia, como si de una penitencia del camino de Santiago se tratara, sin embargo no había en Pere conocimiento, apenas un resquicio de luz, por el que entendiera hacia donde dirigían sus lentos y cansados pasos. La humedad del ambiente y el polvo del camino le hacen escocer los ojos y enrojecidos como tomates los tiene pues, mientras andan sin pausa hacia lo desconocido, aunque rezonga se encuentra feliz, al menos tiene algo que le deja de vez en cuando llenar la tripa...
Dirigieron se a la aldea a buscar alojamiento para pasar la noche en su viaje, puesto que no le harían ascos a una cena caliente y dormir bajo techo. Los huesos no están hechos para dormir en el suelo junto a las raíces de un castaño.
Valeria encabezaba el grupo, seguido por Pere y al final va Jean, equipado con su armadura, tirando de la mula y observando con detenimiento los alrededores, los asaltantes de caminos se lo pensarían dos veces si entre los del grupo va un hombre de armas, los bandoleros siempre pueden esperar al siguiente grupo menos preparado.
Según se acercan a la aldea les sale al paso  una peculiar escena;  un campesino, ya mayor, de unos treinta años, y con pintas de no tener muchos muebles en la azotea, está azotando a un muchacho de unos diez años, que corre huyendo de él y esquivando como puede los palos que el perseguidor asesta uno detrás de otro mientras lanza al aire de todo menos piropos para el rapaz. Entre improperio e improperio se pueden reconocer cosas como "¿dónde está mi hija?" "como te coja te desollaré del cuello para arriba" "¿qué has hecho con ella?", más algún que otro "¡¡detente maldito rapaz!!".
                              
El chiquillo, despavorido, se dirige corriendo directamente hacia nuestros amigos, que están en la salida de la aldea. En su alocada carrera apenas ha notado la presencia del grupo y sólo quiere alejarse del amenazante campesino.
Valeria, que se encontraba inmersa en sus pensamientos se ve interrumpida por los gritos, y levantando la mirada del polvo del camino, e intentando apartar dolor de sus castigados pies,  observa la escena del aldeano y el zagal, disgustada, puesto que no le  gusta nada entrometerse en asuntos ajenos,  y menos cuando el lugar es desconocido, decide esperar a ver qué ocurre, el niño sigue corriendo hacía allí, y casi tropieza contra ella, Valeria no es amiga de niños, ya no está para estos trotes, pero este está completamente asustado y desvalido. El Chico ve en la capa un escondite, y se introduce debajo de ella, interponiendo a Valeria entre él y el campesino. Jean ya se coloca a la vera, expectante, mientras Pere, que todavía se encuentra algo retrasado, no sabe muy bien lo que está pasando.
Entre tanto el aldeano no ceja en su empeño de seguir apaleando al zagal y se acerca al grupo sin dejar de soltar improperios,  - Buenos días caballero, ¡qué buen día hace¡ - dice Valeria intentado calmar al señor, que enfurecido amenaza con cargar contra ella. Logra que su avance sea algo más lento, aunque sigue gritando, sin atender al saludo, - Le ofrezco dos maravedís a cambio de que usted fuera tan amable de indicarnos un sitio donde alojarnos. Mientras decía esto, hizo sonar las monedas de su bolsa, por fin, captó la atención del campesino.
El campesino que iba corriendo tras el rapaz, se detiene, confuso, delante del extraño grupo que tiene enfrente. Ante las palabras de Valeria, balbucea dificultosamente - ahí está la taberna, y ahí os darán alojamiento... - dice mientras con una mano señala una edificación de piedra con techumbre de paja, y de cuya chimenea sale un hilillo de humo, y extiende la otra buscando las monedas prometidas... Pero al instante se repone y empieza a gritar con voz crispada "¡dadme al rapaz!", mientras el chaval se arrebuja cada vez más bajo la capa protectora de Valeria. El campesino, que se presenta como Aleixo, explica, con voz crispada, que el rapaz, de nombre Xurxo, hijo de ramera y de padre desconocido, llevó a su dulce niña de ojos claros y pelo rubio rizado al bosque, con la intención de robarle un beso a cambio de volverla a traer al pueblo. Pero como ella no quiso, se fue corriendo y la dejó allí tirada para que Estrela, que así se llama su dulce hijita, no encontrara el camino de vuelta a Castrove, que es el nombre de la aldea.
Estrela no ha vuelto, y preguntando a sus vecinos, al final se enteró de que la chica se fue de la mano con Xurxo, y cuando fue a echarle mano, el chaval salió corriendo. Xurxo, viendo peligro en la cercanía de Aleixo, intenta escabullirse,  pero en un rápido movimiento Jean le coge de la oreja, mientras el niño patalea. - Acompañadme a la taberna, allí encontraremos a Bran el cazador del señor, y podemos organizar una batida para encontrar a Estrela, con la ayuda del rapaz... – Dice Aleixo,  mientras mira al niño con los ojos cargados de ira.
Sin nada mejor que hacer, nuestros amigos acompañan a Aleixo y a Xurxo (a la fuerza) a la taberna. Un mozo se encarga de la mula según entran.

 

Entre tanto, un joven caballero se encentra sentado en la posada, a pocos pasos de nuestros amigos. Ni un rayo de sol penetra por el ventanal de la posada. La espesura y la bruma se encargan de bloquearle el paso. Realmente incómodo es vivir en penumbra al no discernir entre la alborada y el anochecer, piensa el noble caballero, que tiene la sensación de vivir en un caos perpetuo.
Sus pensamientos son bruscamente interrumpidos por el posadero, quien le sirve las viandas con tal fuerza que crujen las gruesas patas de la mesa. Sus modales están a la altura de su semblante, tosco y seco. Su mirada podría agriar el vino de la copa  que tenía ente sus manos si la contemplara durante escasos segundos. Las cejas pobladas contrastan con los escasos pelos de su colorada cabellera, tan pulida que refleja la luz de las velas. Combina su cara con su "estilosa" figura, cuya barriga disputa a su chepa los dominios de su equilibrio. No obstante sus brazos y piernas son fuertes, podría sesgar el cuello de un buey con un solo golpe de su cuchillo de carnicero. El caballero sonrío levemente por cortesía, aun siendo consciente de que tal deferencia no obtendrá resultado alguno. Durante ese instante esta mesa y el posadero son el objetivo de las indiscretas miradas de los presentes, que vuelven a sus asuntos momentos después de que el dueño retorne a la barra para recoger otro pedido.
El joven Señor, aprovecha para probar el vino, y piensa que el posadero debió mirar la copa varios minutos antes de entregársela, ahora es un vinagre capaz de conservar el pescado mejor que la salmuera. El pan al menos es comestible, al igual que el pescado en salsa. Se dispone a comer, dando gracias al señor por los alimentos que va a disfrutar (desde luego no por el vino), cuando los murmullos de los clientes dirigen su atención al exterior. Observa la escena con resignación, solo lleva dos días aquí y ha presenciado dos duelos, una pelea de borrachos y un intento de robo.
Aprecia desde la ventana la escena que vive nuestro grupo de caminantes, después de dialogar unos minutos con el aldeano, parecen dirigirse hacia la posada.
El grupo de forasteros se sienta en la mesa de su derecha y mientras se acomodan discuten sobre qué pedir de refrigerio, parece que van a pedir cuatro copas y una jarra de vino, nuestro buen señor no puede contenerse y antes de que le espeten al posadero interviene para advertirles sobre tan mala idea. - Disculpen mi osadía al entrometerme. – Dice mostrándoles su colmada copa y con voz más tenue, evitando la atención del posadero susurra, - lo he probado y no hay blasfemia capaz de competir con su sabor-  Dicho esto, sonríe y continúa dedicándole sus atenciones a su menú.
Saciada el hambre, el caballero de la mesa de al lado coge su copa, se levanta y se sienta a su lado. - Gracias, un mal vino puede estropear hasta el mejor de los días,  Jean es mi nombre pero por aquí tienen en llamarme, Don Juan. - Dijo  alargando su mano acercándole una copa de orujo blanco. - Esta corre de mi cuenta – comenta con regocijo, el joven caballero recoge la copa y asiente sonriendo,  esta vez su cortés sonrisa sí es correspondida.
Animado por la camaradería del señor francés, decide contarles que hace un caballero de la fe en lugar tan sombrío, - Dos días llevo esperando encontrar misión que merezca de mis servicios. Tengo la impresión de que mis plegarias han obtenido finalmente respuesta Don Juan....- Dice con convencimiento,  - Pero soy mal educado, vos os habéis presentado, haré lo propio. Don Rafael de Cortés, me llaman, fiel servidor de la orden de Santiago de Compostela. Nací no más de 23 primaveras a la orilla del río Ulla. Mi madre, incapaz de mantenerme, me dejó en manos de Dios, a custodia de los hermanos de la cofradía de Santiago. Recuerdo una infancia feliz, rodeado de libros, buena comida y grandes retos. Pronto ingresé en la orden y me adiestraron para servir al Señor e impartir su doctrina, Ya fuera a través de su palabra o de su larga espada. Oscuros tiempos vivimos y hemos de estar prevenidos, lo que tiene que venir nada tiene que ver con lo que hemos vivido, y preparado estoy para enfrentarme al mismo Diablo.-
La conversación, se anima y Don Rafael, se acomoda en la mesa de Jean y los demás, escuchando atentamente la historia del altercado frente al pueblo, intrigado se dirige a Jean, con cautela, - Don Juan, ¿Qué le parece si ayudamos a esta buena gente a encontrar a la zagala? Debe encontrarse muy asustada en el bosque- deja la última palabra casi en el aire, piensa que cuanto antes se vaya, antes se podrá hacer algo, si no la niña corre serio peligro.
-Esperemos a ver qué decide el cazador del señor, y si necesita de nuestra ayuda, el mejor que nadie conoce estos bosques y sabrá cual es la mejor forma de actuar, de momento descansemos mientras podamos.- Dice Jean con la determinación de un hombre experimentado.
-Sea así pues. Posadero, otras dos copas de Orujo para dos sedientos caballeros. Señora y señor-   dice dirigiéndose a la anciana y al vasallo, ¿Que desean tomar?, ¿Cuéntenme que les trae por estas tierras?
- Buenas tardes caballero, gracias por su invitación, siempre viene muy bien refrescarse la garganta después de un camino tan polvoriento. – Dice Valeria agradecida.
-Le veo a usted también cansado del camino y por sus ropas diría que usted pertenece a la orden de Santiago. Alguna gran hazaña ha debido realizar ya que usted es muy joven. – Continúa.  - Sepa usted, buen caballero, que soy una estudiosa de todo lo que tiene que ver con la religión y más aún sobre todo con las reliquias, siento una gran devoción e interés, sobre todo por la reliquia de San Nuño dicen que es muy milagrera, ya sabe, a mi edad una busca el consuelo de los santos, los huesos duelen, la fatiga es constante, nunca descansas bien. Y usted, no vendrá por casualidad de Boiro , es que he oído que se encuentra allí ¿ Sabe usted algo de ello? -.
Don Rafael se muestra sorprendido, y agradecido de poder hablar con alguien letrado, y contesta entusiasmado. -Por ventura conozco la historia de la reliquia mi buena señora:
Fue encontrada por un vasallo del rey de Portugal Alfonso IV (EL Bravo) allá por 1300 en los restos de un templo pagano. Fue bautizada como la reliquia de San Nuno de Santa María y llevada al Templo de Nossa Senhora do Carmo, en Sintra, donde permaneció hasta que el Rey decidiera agasajar a Beatriz de Castilla con tan preciado presente. Su futura esposa, mujer sabia y devota, la confinó en la Iglesia de Santa Eulalia de Boiro, donde actualmente es objeto de ingentes visitas, muchos durante el peregrinaje a Santiago. Se dice que muchas personas sanaron milagrosamente contemplándola fijamente durante varios minutos mientras rezaban. Hablan de un intenso calor, que fortalece el cuerpo y los huesos.

Visité Boiro con la orden, apenas la pude ver unos segundos, pero me pareció un objeto intrigante, que aquel que lo ve se siente necesitado de prestarle atenciones. Cuando regresé a Santiago investigué en los escritos su procedencia. ¿Entonces señores, es Boiro el destino de tan trabajada travesía?-.
-No sabría decirle destino Don Rafael, - Dice Pere con el gesto cansado, - pero allá donde Dios nos guíe será uno bueno, yo me limito a seguir los pasos de mi señor.-  Afirmó con determinación. Acto seguido saca de su bolsón algunos legajos y los pone con cuidado en la mesa, buscando un hueco que no esté húmedo y mirando a su interlocutor comenta; - Es evidente que vos sois hombre versado y si no tiene inconveniente, halagaría me su opinión respecto a mis escritos, si el tiempo y nuestra señora nos permite tal licencia-  dice esto mirando de soslayo a la Señora Valeria y a Don Juan, buscando aprobación. Mientras tanto no deja de preguntarse que habrá sido del mozo que se llevó Don Aleixo y si encontrarán pronto al Cazador.
En ese momento Aleixo, el campesino que aun aferra de la camisa al joven Xurxo, está en la barra de la taberna junto a otro hombre, señalando al grupo. Parece que ese debe de ser el tal Bran, el cazador. Es un tipo delgado, cejijunto y con el pelo recogido en una coleta, vestido con unos sobrevesta de cuero negro.  Se acercan la mesa de los forasteros  -Habrá que hacer una rápida batida por donde Xurxo dejó a la pequeña Estrela, intentando encontrar a la niña antes de que anoxezca del todo. El sitio donde dice el xaval que dejó a la xica no está muy lejos de aquí. Pareceis yente de mundo et de recursos, et a decir del buen Dios, que sois almas cristianas que nos ayudaríais a la niña encontrar. – Comenta Bran, acompañando sus palabras de una amplia sonrisa, desprovista de algunos dientes y de malicia. El padre de la criatura, al lado, mira al grupo con cara de pena, esperando tengan a bien prestar colaboración. Mientras, Xurxo, se mantiene al lado con cara contrita.
-Me temo que los escritos deberán esperar Pedro, El deber nos llama.- dice Rafael con entusiasmo, deseando abandonar las paredes de la posada. Mira a Don Juan y Valeria buscando aprobación, ellos asienten y junto con Bran y Aleixo salen todos de la posada rumbo a iniciar la batida.-

4 comentarios:

  1. Te está quedando muy bien. En mi opinión, deberías añadir algún salto de linea más entre párrafos para que sea menos cansado de leer.

    Y si pudieses ir añadiendo alguna imágen para apoyar la narración, mucho mejor. Eso ayudaría a que la lectura se hiciese más amena.

    Añade también cursivas, negritas y otras zarandajas por el estilo y el relato te empezará a quedar para enmarcar.

    ¡Ánimo chaval!

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    1. Tomo nota... aunque de momento hasta que tenga algo más de tiempo se va a quedar así ya lo iré maqueando jejejeje...

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    2. ¡Ahora sí que mola! ¿Sabe Pupy de este blog?

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    3. Si no me equivoco tiene la cuenta habilitada para que pueda publicar en el BLOG, así que deberían llegarle las publicaciones como a nosotros... pero no lo se.. se lo pregunto.

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