miércoles, 11 de marzo de 2009

Backertag 2 de Sigmarzeit del año 2512 del Imperio


Esta noche a penas puedo pegar ojo, las historias que hemos oido otras veces en la taberna a penas nos han importado, o las hemos desechado a causa de las pocas espectativas. En cambio, la descabellada historia de Moin Karak no hacía más que rondar mis sueños, escasos esta noche, y me mantenía ausente casi toda la parte del día lo que ya había ocasionado varias burlas por parte de mi hijo, que no reparaba en "Gastos" a la hora de ser socarrón con su padre.

Mi memoria nunca ha sido una de mis grandes fuertes, pero hay algo en el relato de Moin que encaja con una antigua historia que solía contarme mi padre...

La historia de Mogni el Joven era mi cuento preferido cuando era pequeño e insistía a mi padre que me lo contara una y otra vez, por lo que terminaba soñando que era ese gran héroe y que salvaba a toda mi gente sacrificándome como hizo él. En cambio lo que más ansiaba conforme fui creciendo fue saber que había sido de ese personaje olvidado del pasado y encontrar lo que mi padre describía con una ensoñación que evocaba a los más puros artesanos enanos.

- " Mogni el Jóven portaba en su mano diestra a Grundthrund, el martillo del trueno, mientras miraba desafiante a los orcos que lo cercaban. Entre los malditos pieles verdes se encontraba el inmundo Gakoahzag, el caudillo orco que se había cobrado las vida de tantos hermanos, quien lucía en el cuello dos collares solo de dientes enanos, apenas le cubría el pecho un peto muy usado y adaptado a su deforme porte y miraba ferozmente a nuestro héroe apuntándole con su herrumbrosa arma serrada. Gakoahzag observó detenidamente a su rival, un enano como tantos otros, de larga y extensa barba cenicienta, armado con un martillo y un escudo bellamente tallados con los emblemas de Grungni, ataviado con una brillante armadura de mallas tachonadas y con placas en los hombros, pecho y antebrazos. Los ojos del enano de un azul intenso como el más profundo de los océanos parecía ahogar los gritos y vítores de la inminente contienda. Sin embargo lo que asombró al caudillo orco no fue el enano que los desafiaba, Gakoahzag no podía apartar la mirada de aquel martillo. Por el tamaño y su forma, adivinaba que debía de ser un arma para blandir con ambas manos, en cambio Mogni solo usaba una y con considerable facilidad, en la testud del martillo había grabado con elegancia un trueno de cuatro quebradizos trazos que brillaba con una ténue luz ambarina, y ese zumbido que producía al moverse, tenían al caudillo pielverde completamente embelesado. Pero entonces, de repente un rugido rasgó el viento y un ruido ensordecedor se abalanzó sobre los contendientes. Del martillo de Mogni surgió un chisporroteo que en unos pálpitos de corazón se convirtió en un tremendo trueno que impactó a Gakoahzag sin apenas poder reaccionar, reduciendo su cuerpo a un montón de ceniza maloliente..."

Así pues estas palabras que mi padre tantas veces repitió para hacerme dormir hoy me tienen en la más absolutas de las vigilias.